Comunicación en Tránsito, Minding Gaps por Sofia Ribeiro Willcox

¿Y si tu pantalla pudiera hablar de verdad? Esa persona sería yo, Sofia Ribeiro Willcox.

A un año de terminar la escuela en Brasil, con un camino académico ya trazado, todo parecía claro. Hasta que, en pleno verano, una pregunta explotó como una bomba: “¿Alguna vez te imaginaste estudiando en otro país?”. La verdad, sí. Llevaba por lo menos cuatro años pensando en esa posibilidad. Incluso consideré un intercambio en Europa, pero nunca se concretó. Esa pregunta fue el punto de quiebre en mi camino, sobre todo cuando mi papá nos contó que lo trasladaban y que nos mudaríamos al interior de Inglaterra. Hace siete años y medio, todo cambió.

Desde muy chica me enamoré de Inglaterra: su música, su literatura y su magia. En mi cuarto siempre había buses rojos de dos pisos y cabinas telefónicas. Ese amor creció aún más cuando visité Londres por primera vez, con Faith de George Michael de fondo, y descubrí cosas que no conocía: las placas azules repartidas por la ciudad y una colección de poesía en el metro.

Estudiar en el extranjero dejó de ser una opción y se convirtió en mi realidad.

Dicen que el amor es ciego. Y cuando regresé allá, esta vez con Wake Me Up Before You Go-Go (Wham!) sonando en mis audífonos, fue como un golpe. Desperté a una Inglaterra muy distinta, lejos de la capital. Llegué al Reino Unido meses antes de poder empezar la universidad, y me encontré con un vacío lleno de dudas. Me lancé de lleno a perfeccionar mi inglés: clases particulares de conversación, cursos en línea y técnicas propias como ver películas con subtítulos en inglés, traducir mis borradores y anotar nuevas palabras en un cuaderno.

Cuando mi hermana menor comenzó la escuela, ese vacío empezó a transformarse en una brújula que me señaló el camino de los A-Levels en septiembre. Mi día a día cambió: me dediqué a explorar los distintos programas que ofrecían las escuelas locales, tratando de entender dónde encajaba. Había muchas incógnitas, especialmente por venir del sistema educativo brasileño, y tuve que adentrarme en materias y cursos técnicos que en su momento me parecían imposibles.

Cuando llegó el momento, elegí mis materias para los A-Levels basándome en mis intereses, habilidades y también por razones prácticas. A diferencia del camino típico basado en los exámenes locales (GCSEs), lo único seguro era una entrevista. Las clases empezaban en septiembre y en julio habría un día de inducción para vivirlas de cerca.

Así comenzó mi aventura estudiando en el extranjero. Y sí, muchas veces terminaba la semana con dolores de cabeza reales. El inglés hablado era un mundo completamente distinto al que había aprendido, lleno de acentos y matices que no esperaba. Fue una adaptación total: a un nuevo entorno, un nuevo sistema escolar y una vida en un país nuevo. Al menos, mi casa seguía siendo un hogar: con mi familia dentro, un lugar donde podíamos intercambiar “figuritas” a nuestra manera.

Eventualmente, volví al mismo punto en el que me había quedado en Brasil: las dudas sobre la universidad. Por un lado, estaba explorando mis intereses y posibilidades: visitaba universidades en sus open days, asistía a clases muestra y recorría los campus. Por otro, estaba en medio del proceso de obtener mi doble ciudadanía. No tenía los requisitos de GCSE como los estudiantes locales, ni los exámenes de inglés que pedían a los estudiantes internacionales. Pero había una diferencia enorme en las matrículas entre estudiantes europeos y los internacionales — que era mi categoría.

El Brexit estaba en todas las noticias, pero nadie sabía cuándo sería definitivo ni cómo nos afectaría… hasta que finalmente pasó, en enero de 2020. Y por si fuera poco, la pandemia llegó en marzo.

El mundo se puso patas arriba, y mis decisiones también. Pero encontré un camino. A pesar del caos, terminé mis A-Levels y pasé la mayor parte de la universidad entre mascarillas, pantallas y dosis de vacunas, siendo testigo del lento regreso a lo presencial.

En 2023, con mi título de honores en mano y la meta de seguir una carrera en periodismo, empecé a buscar trabajo. Entre proyectos freelance, armado de portafolio, entrevistas fallidas y silencios después de procesos de selección, una oportunidad en UBIKATE me llamó la atención. En ese momento, la empresa estaba en proceso de rebranding a lo que hoy es SOMOS. Empecé como Content and Community Manager en Brasil, después pasé a Social Media Curator y Content Writing Manager. Hoy, soy la Directora de Contenido.

SOMOS es mi primera experiencia de trabajo a tiempo completo. Un espacio donde puedo aplicar seis años de estudios y vivencias en campañas y contenidos. Es donde sigo mi filosofía de escritura: compartir las perspectivas silenciadas que existen en cada persona, lugar y momento, para encender chispas y conectar mundos con palabras. Aquí mejoré mi español y abracé el principio central de la comunicación: el entendimiento. Es donde pude reorientar mi carrera, conocer gente increíble, ampliar mi red y, por primera vez en seis años, reconectar con mis raíces.

Aunque en contadas ocasiones tuve que marcar la casilla de “Latina” en formularios del Reino Unido — en vez de simplemente seleccionar “Otro” —, nunca me sentí parte de la comunidad. Tal vez porque Brasil es el único país latinoamericano de habla portuguesa, o porque es una nación tan diversa y continental. Hay muchas posibles razones. Pero fue en SOMOS donde me di cuenta de cuánto tenemos en común, incluso en medio de tantas diferencias. Empecé a ver la belleza en eso, y vi cómo Brasil comenzaba poco a poco a abrazar su latinidad.

De muchas experiencias vividas en medio de incertidumbres, SOMOS surgió como una plataforma que ofrece a migrantes información confiable, recursos prácticos y apoyo emocional — todo en su idioma, de forma gratuita y accesible. A medida que crece, hay especialistas disponibles para ayudar a migrantes a orientarse en tierras extranjeras. Es un reflector para voces y caminos que merecen ser amplificados, un espacio donde ser latino es ser libre. Una red de conexiones que te invita a evolucionar. De Latinxs para Latinxs.

Con los latinos siendo uno de los grupos migrantes de mayor crecimiento en Europa, este tipo de apoyo no puede subestimarse — sobre todo frente a las políticas (anti) migratorias. El anonimato detrás de los trabajos mal pagados y la falta de reconocimiento dificultan el acceso a servicios, derechos y apoyos específicos para migrantes. Ya sea a través de historias inspiradoras, guías prácticas o simplemente haciendo que las personas se sientan vistas y acompañadas, SOMOS está abierto para todos — y es gratis unirse.

Mirando hacia el futuro, mi meta es seguir mis puntos cardinales: curiosidad, creatividad, conciencia y cultura. Conectar chispas, no necesariamente entretener con palabras. A veces con nostalgia, pero la que más me atrae es la nostalgia agridulce — la que se absorbe en el inconsciente, los porqués y los cómos. Jugar con palabras, explorar los vacíos entre grupos sociales. Sacar lo que llevamos dentro.

Entre Brasil y Reino Unido, entre expectativas y realidades, había una brecha. No solo cultural, sino también política y social. La transición de Brasil al Reino Unido fue un cambio drástico, pero fue el Brexit y la pandemia lo que realmente definió la experiencia de incertidumbre que viví, y que muchos más también enfrentaron. Como migrante, mi camino nunca encajó en moldes tradicionales. No era una estudiante europea, pero tampoco una internacional típica. No tenía la preparación de los locales, pero sí años de inglés a cuestas. Esa brecha — ese gap — entre realidades, se amplió con las nuevas reglas migratorias, los cambios en el mercado laboral y la incertidumbre constante que nos envolvía.

Pero ese gap no fue solo un vacío. Fue un punto de encuentro, donde yo — y muchas personas más — tuvimos que adaptarnos y reconstruir nuestras identidades, trayectorias y conexiones. La brecha dejó de ser un espacio de soledad para convertirse en un terreno fértil para la transformación. Una transformación tanto individual como colectiva, donde las diferencias culturales, sociales y políticas se cruzaron, se superpusieron, y nos enseñaron a reconstruirnos, juntos. Esa brecha no es solo mía. Es de todos nosotros, migrantes e hijos de la incertidumbre, que tratamos de cerrar los vacíos entre culturas, entre sistemas, y entre realidades que cambian cada día. Esa brecha es de todos nosotros, migrantes, que vivimos entre mundos distintos, pero que juntos, llenamos esos vacíos y construimos nuevos caminos.

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