¡Esta semana el mundo se divide entre dos grandes celebraciones solares! Mientras el Hemisferio Norte se prepara para el Solsticio de Verano, en el Hemisferio Sur se vive el Solsticio de Invierno. ¡Veamos cómo cada parte del planeta celebra esta conexión con el sol!
En el Hemisferio Norte, especialmente en el Reino Unido, el Solsticio de Verano se celebra bajo el nombre de Litha. Imaginá el día más largo del año, con la noche más corta y el sol brillando con toda su fuerza. Los celtas conmemoran esta fecha mágica con hogueras, fiestas y rituales que exaltan la energía solar y la abundancia de la naturaleza. Es prácticamente un festival de verano, lleno de alegría, danzas y una conexión vibrante con el entorno. ¿Quién diría que una celebración tan antigua seguiría siendo tan actual?
Ahora viajamos al Hemisferio Sur, donde la fiesta cambia de tono pero no de energía. Durante el Solsticio de Invierno, se celebra el Inti Raymi, la gran Fiesta del Sol, en honor al dios solar Inti, figura clave en la cosmovisión andina. Con desfiles llenos de color, música y rituales profundos, los pueblos indígenas celebran la llegada del invierno de una forma única. ¿El objetivo? Agradecer al sol por las cosechas pasadas y pedir buena energía para el próximo ciclo agrícola. Aunque haga frío, esta fiesta es un estallido de color y vida—¡como si el calor del sol se sintiera en cada detalle!
En la mitología maya, el dios sol Kinich Ahau era esencial para la vida y las cosechas. Se creía que por las noches adoptaba la forma de un jaguar para cruzar el inframundo y renacer cada día con la luz del amanecer. La adoración a Kinich Ahau incluía rituales sagrados destinados a mantener la armonía entre los ciclos solares y la agricultura. Para los mayas, el sol era literalmente el renovador de la vida, y sus pirámides fueron construidas para alinearse con los solsticios y equinoccios.
En la mitología azteca, el dios del sol y la guerra, Huitzilopochtli, ocupaba un lugar central. Los aztecas creían que cada día libraba una batalla para asegurar la salida del sol, lo cual requería mucha energía. Por eso ofrecían sacrificios, convencidos de que estos rituales ayudaban a mantener el equilibrio del universo y el movimiento del sol en el cielo. Las pirámides del Sol y la Luna, en Teotihuacán, son ejemplos impresionantes de cómo la arquitectura se alineaba con los movimientos solares.
Para el pueblo guaraní, Tupã es el gran dios del sol y creador de todas las cosas. Es quien trae vida a la Tierra, y sus rayos solares son considerados la fuerza vital que permite el crecimiento de las plantas y el sustento de las personas. Las celebraciones en su honor destacan la fertilidad de la tierra y la importancia de mantener el equilibrio con la naturaleza.
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