El 28 de marzo de 2025, el gobierno de Italia emitió un decreto que restringe el derecho a la ciudadanía italiana por descendencia, limitándola solo a hijos y nietos de italianos nacidos en Italia. Las generaciones posteriores ya no tendrán automáticamente ese derecho. Además, la nueva norma exige un “vínculo efectivo” con el país —como residencia reciente, lazos familiares directos o participación comprobada en actividades culturales italianas—.
Esta decisión representa una ruptura con el principio histórico del jus sanguinis —el derecho a la ciudadanía por sangre— y afecta directamente a países como Brasil, donde millones de descendientes de italianos mantienen vivo ese legado.
Hasta ahora, la ciudadanía italiana se reconocía con base en ese principio, permitiendo que cualquier persona que pudiera demostrar descendencia de un ciudadano italiano —incluso de generaciones lejanas— tuviera derecho a ser reconocida como ciudadana, siempre que no se hubiera interrumpido la línea de transmisión por una naturalización extranjera antes del nacimiento de los hijos.
El decreto entró en vigor el 29 de marzo de 2025, pero necesita ser aprobado por el Parlamento italiano en un plazo de 60 días —hasta el 27 de mayo— para volverse definitivo.
Caminos para los Descendientes
Quienes ya hayan iniciado el trámite antes de la publicación del decreto deberían mantener sus derechos, conforme al principio de seguridad jurídica. Pero quienes aún no lo han hecho podrían enfrentar mayores obstáculos y, posiblemente, tengan que recurrir a la vía judicial.
Expertos recomiendan buscar asesoría legal especializada y seguir de cerca los debates en el Parlamento italiano.
La Inmigración Italiana y el Proyecto de “Blanqueamiento”
A inicios del siglo XX, la llegada de inmigrantes europeos —en especial italianos— formaba parte de un proyecto político y social del Estado brasileño, que buscaba “mejorar” la composición racial del país. La idea del “blanqueamiento” —sustituir a la población negra recién liberada por europeos blancos— era promovida por intelectuales, élites y políticas públicas tras la abolición de la esclavitud en 1888.
En ese contexto, los italianos eran vistos como portadores de “civilización”, supuestamente más cercanos al ideal europeo deseado, en contraste con las poblaciones negras e indígenas. Esa visión influyó directamente en las políticas migratorias y en el financiamiento estatal para traer europeos.
La “Italianización” de Brasil
Con la llegada de los italianos, sus costumbres, idioma, valores familiares, religiosidad y tradiciones regionales comenzaron a integrarse al día a día brasileño. La influencia italiana se reflejó en la gastronomía (pizzas, pastas, polenta), la arquitectura, la moda, las formas de trabajo y la organización comunitaria.
La llamada “italianización” de ciertos sectores de la sociedad brasileña fue promovida como una forma de acercar el país a la “raza ideal” europea. Sin embargo, la realidad que enfrentaron muchos inmigrantes fue dura: muchos trabajaron en condiciones similares a la esclavitud, sobre todo en los cafetales del interior de São Paulo y en las fábricas de las ciudades en expansión.
A pesar del reconocimiento oficial, los inmigrantes italianos también fueron marginados, especialmente quienes participaron en movimientos obreros, como la Huelga General de 1917 en São Paulo. La inmigración italiana, entonces, estuvo marcada por ambigüedades, tensiones y contradicciones sociales.
El Samba: Resistencia, Prohibición y Revolución Cultural
Mientras se incentivaba la integración de inmigrantes europeos, las expresiones culturales afrodescendientes, como el samba, eran criminalizadas. Tras la abolición, comunidades afrobrasileñas migraron a los centros urbanos llevando consigo sus ritmos, religiosidad y tradiciones.
El samba fue duramente reprimido por las autoridades. Durante las primeras décadas del siglo XX, estuvo prohibido en muchos espacios públicos e incluso fue criminalizado. La policía, bajo un Estado que buscaba “limpiar” las ciudades de huellas africanas, trataba a los sambistas como sospechosos —y a menudo como delincuentes.
La llamada “Ley de Vagancia” permitía arrestar a cualquier persona asociada a la cultura afrobrasileña —incluso por portar instrumentos de percusión. Aun así, las comunidades negras resistieron. El samba sobrevivió en los hogares, fiestas y terreiros —como una expresión viva de identidad y lucha.
En los años 30, el gobierno de Getúlio Vargas empezó a reconocer el samba como símbolo de identidad nacional. Su legalización y promoción en la radio y el ¿Carnaval de Río de Janeiro impulsaron una nueva etapa, con el samba ganando espacio institucional —sin dejar de ser una forma de resistencia.
Adoniran Barbosa y la Fusión del Samba con Italia
Hijo de inmigrantes italianos, João Rubinato —más conocido como Adoniran Barbosa— nació en São Paulo en 1910. Creció en medio de la vida dura y obrera de la ciudad, y desde joven se involucró con el samba. Sus composiciones, como Trem das Onze, Saudosa Maloca y Samba do Arnesto, retratan con humor y lirismo la vida cotidiana de la clase trabajadora.
En sus canciones, el acento ítalo-paulista resalta, creando una identidad sonora única. Esa fusión entre el samba y la herencia italiana dio origen a un estilo característico de la capital paulista: popular, crítico, humorístico, urbano y profundamente arraigado en la experiencia de los inmigrantes.
¿Y la Italia Latina?
La influencia italiana no se limitó a Brasil. Argentina, Uruguay, Chile y Venezuela también recibieron oleadas de inmigrantes italianos que dejaron huellas profundas en la gastronomía, las fiestas, la música y el vocabulario. En Buenos Aires, por ejemplo, el lunfardo —dialecto urbano ligado al tango— tiene una fuerte presencia italiana.
En el sur de Brasil, el talian, una variante del dialecto véneto, todavía se habla en comunidades de Rio Grande do Sul y Santa Catarina.
Para nosotros, latinos viviendo en el exterior, comprender estos procesos migratorios también es entender la fuerza de la mezcla cultural como parte esencial de nuestra identidad. Y eso importa —más aún en tiempos de xenofobia y nuevas políticas de (anti)inmigración.
La cultura latinoamericana es, por esencia, un mosaico: de raíces africanas, indígenas, europeas y asiáticas, entrelazadas a lo largo de siglos de resistencia y reinvención.
El Legado Italiano: Una Cultura Viva
Hoy, la presencia italiana en Brasil se siente en las fiestas, en el habla, en las recetas familiares y en el arte. El samba paulista, con su humor crítico y mirada popular, es un reflejo de ello. Adoniran Barbosa es solo uno de muchos ítalo-descendientes que ayudaron a moldear la música, el teatro, el cine y la política brasileña.
A imigração italiana, embora marcada por um projeto racista de branqueamento, acabou por contribuir para a construção de uma sociedade mestiça e plural, onde culturas se misturam e se transformam. O samba é talvez o maior símbolo dessa confluência: nascido da resistência negra, mas enriquecido por todas as influências que compõem o Brasil.
En un momento en que derechos históricamente conquistados están en riesgo, es fundamental recordar: nuestras raíces están hechas de movimiento, lucha y pertenencia. El derecho a la ciudadanía también es el derecho a contar nuestra historia —como parte de Italia, de América Latina y del mundo.
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